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Tres años antes…

Hace tres años ya, nació mi hija Camila, siendo una experiencia tan maravillosa como increíble. Salíamos de la estancia en el hospital, yo especialmente orgullosa de haber defendido nuestra lactancia evitando cualquier probada de fórmula que sería innecesaria y además convencida de que un médico sabe TODO lo necesario en cuanto a la lactancia atañe. Ya en casa con esa hermosa bebé, envuelta entre todos los sentimientos que acompañan al puerperio, esas hormonas que igual nos hacen reír a carcajadas que llorar incontenibles, la práctica me decía que no sabía lo que esperaba, de hecho, NO TENÍA IDEA. Dolor cada toma, sangre en los pads de lactancia, una sensibilidad tal que ni siquiera el agua de la regadera soportaba; además con una bebé comiendo cada 30 minutos o cada hora, no parecía ni normal ni natural. Lo peor para entonces era saber que quería “pegarse” y yo, con el deseo de alimentarla pero el miedo de sentir dolor. Estaba convencida de que amamantarla no era para sufrir así que me sentía reconfortada de pensar que en el momento que decidiera, la farmacia estaba en la esquina de mi casa. Resultó que mi compañera de curso psicoprofiláctico, me compartió el contacto de una asesora de lactancia, un poco renuente pensando: “que tanto eso puede cambiar las cosas”, le escribí y empezó a ayudarme de manera remota, en tanta desesperación me sugirió pedir una consulta con una IBCLC, término que después del hospital era la segunda vez en mi vida que escuchaba, que a penas recordaba el orden de las letras y que por supuesto, desconocía por completo su campo de trabajo. No era posible que aquello que nos hubiera asegurado la supervivencia como especie a través de los siglos, fuera tan difícil; pero entre dolor, cansancio, desesperación e incredulidad; hice caso como “último recurso” —aquellos días tuve “el último recurso y la última toma” varias veces— y pedí una consulta a domicilio. Me explicó varias cosas que me ayudaron en la práctica y sobretodo fue empática.

Creo que después de esa vez todo empezó a mejorar, o al menos dejó de empeorar; el dolor no se quitó completamente, pero dejó de ser tan intenso y la piel comenzó a sanar. A la vuelta de 6 semanas por fin empecé a sentir que nuestra lactancia era posible. A los 3 meses estuve segura, ya la posición no importaba, lográbamos un buen agarre, las tomas en verdad no dolían, sin importar el tiempo ni la frecuencia.

¡Increíble, en verdad la lactancia era disfrutable!

Definitivamente sin el apoyo e información que me brindó a lo largo de los meses aquella asesora, no estaría hoy escribiendo esto.

Camila me ha enseñado mucho y una cosa de tanto ha sido lo maravilloso de amamantarla, con ese hermoso vínculo tan transparente que existe entre nosotras, esa complicidad sin palabras, esa conexión física y emocional que es capaz de llevar a la calma y armonía el momento más estresante y abrumador, y que algunas veces puede también tener un sabor agridulce. Además me hizo conocer una pasión más en mi vida. Hoy festejo los tres años de vida de mi hija, tres años de nuestra lactancia en los que JUNTAS hemos superado obstáculos —que no son cosa fácil— y además dos años de la creación de este blog, que marca el inicio de mi camino como asesora de lactancia.

“Encuentra tu estilo de maternidad y sigue tu corazón”

Mamá, esposa y médico. Sensible, realista y apasionada. Una idea que surgió hace un año, que ha revolucionado mi vida y sacudido mi corazón, hoy empieza a tomar forma con este primer paso

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